Cantautor popular
Han pasado cinco años, pero todos perfectamente recordamos donde estábamos aquella madrugada del 27 de febrero. Una noche de verano sin luna, oscura como pocas. Una noche cuyo amanecer nos pareció lento, distante y que lejos de traernos esperanza, develó una pesadilla real, que no merecíamos.
Una catástrofe que se ensañó como siempre, con los más humildes y sencillos, con los populares.
En mi recuerdo se quedaron aquellas fotografías de Talcahuano y sus barcos volteados hacia arriba, lejos del mar zozobrando en el pavimento, señal de desventuras.
En cada viaje a Concepción he sido testigo de como se compone esa alegría. En la medida que almorzábamos en el Chela's, entre cazuela y cazuela, nos dimos cuenta que la bandera los penquistas la han puesto a tope siempre, y los guachacas hemos sido parte de la resurrección de las sonrisas, y de la reconstrucción más importante de todas. La reconstrucción de corazones. Pude ver como los penquistas volvían a soplar esperanzados haciendo girar sus remolinos. En cada regreso, pude ver a los fantasmas huyendo. Nos convencimos que era necesario más que nunca hacer la fiesta. La anunciamos, la vivimos y pudimos traspasar a los nuestros esa felicidad que habíamos dejado suspendida en sueños. En cada cueca, en cada cumbia, en cada bolero fuimos hilvanando esperanzas, reconstruyendo espíritus.
Hoy, cuando me tomó un café en la plaza con amigos como Cachirupi o el Canela, puedo ver como se ensalzan los corazones republicanos con el viento, con las ilusiones, y me siento alegre mientras observo el paso de la gente, que sigue como siempre echándole pa' adelante. El Gran Concepción se ha puesto de pie una vez más. Como antes, como ayer, como siempre.
Dióscoro Rojas