Secciones

La vida junto al combate de un incendio forestal

E-mail Compartir

cronica@estrellaconce.cl

Un R20, en el código que emplean los brigadistas forestales, significa que hay un incendio forestal. En menos de siete minutos, los combatientes del fuego están con su equipamiento listo arriba del helicóptero, que se encuentra con los rotores preparados para despegar desde la base, en este caso de la Brigada 505 Helitransportada asentada en Pemuco, provincia de Ñuble. Cada segundo cuenta al momento de enfrentar las llamas en un bosque.

El helicóptero PZL-Swinick, también conocido como Sokol-W3AS, que en polaco significa "Halcón", puede trasladar a 10 brigadistas y alcanza una velocidad de unos 250 km/h, con una autonomía de vuelo de unas 3 horas. Su piloto es el español Julio Romero, de 38 años, quien llegó a Chile el pasado 20 de diciembre desde León, España. Romero cuenta con 14 años de experiencia en vuelo, los últimos diez trabajando con la empresa Hispánica de Aviación (Hasa), que presta servicios a Conaf.

Además de la pericia para volar una aeronave por entre el humo de un siniestro forestal, el piloto debe contar con la precisión para descargar el agua sobre un punto específico. "La tripulación tiene que tener pericia y experiencia en este trabajo, pero no olvidemos que somos un binomio entre las brigadas de tierra y la tripulación del helicóptero. En tierra, el técnico del alfa da las instrucciones y nos dice dónde quiere la descarga", detalla.

El "alfa", o jefe de brigada, es en este caso el chillanejo Héctor Lagos (41). Casado, padre de tres hijos y con más de 20 años como brigadista, tiene a 13 hombres bajo su mando. Tres de ellos son los motosierristas, quienes en tierra juegan también un rol fundamental en el combate de un incendio forestal, ya que ellos son los encargados de hacer una línea de control del fuego o cortafuego. "Nosotros limpiamos el área, para que el combatiente de atrás vaya sacando el desecho y el de más atrás raspe hasta el suelo mineral", explica Ramiro García.

Ser brigadista

Para ser brigadista de Conaf hay que ser mayor de edad y tener salud compatible con la labor desempeñada en uno de los trabajos de mayor riesgo en el país, en el que en ocasiones deben soportar altas temperaturas, de entre 60° a 80° C en un incendio, además de exponer constantemente sus vidas en el combate de las llamas. Se hacen pruebas aeróbicas y test sicológicos a los postulantes. Sus turnos son de doce por tres, es decir, tres días de descanso cada doce de trabajo.

"El incendio que más ha marcado mi trayectoria fue el de Quillón el 2012, por la cantidad de fuego que se nos venía encima y el alto riesgo que teníamos de perder nuestras vidas", explica Héctor Lagos, recordando el siniestro que cobró la vida de dos personas y arrasó con 112 viviendas y más de 25 mil hectáreas. Asimismo, ha brindado apoyo en España y estuvo en el incendio de julio de 2006 en Portugal, donde murieron cinco brigadistas chilenos.

En la Brigada 505, la jornada comienza a las 7 de la mañana, cuando suena la alarma e inician actividades físicas por una hora. Luego una ducha y el desayuno, a más tardar a las 8.30, para después realizar el aseo de dormitorios y baños. Además de los brigadistas, la unidad cuenta con dos cachorros que fueron rescatados del incendio de un bosque de eucaliptus en Mulchén, bautizados como el "Morro" y la "Pochita".

En caso de una emergencia, tener el equipamiento preparado es fundamental, por lo que el mantenimiento de herramientas y motosierras es una tarea que ninguno debe descuidar. En el caso de estas últimas, según explica el motosierrista Ramiro García, deben tener la cadena bien afilada, limpiar el filtro, el piñón y revisar la bujía. Entre las labores también está lavar el "bambi bucket", que es la bolsa situada en la parte inferior del helicóptero para trasladar agua y que tiene una capacidad de 1.700 litros. Luego, el jefe de cuadrilla verifica que todo esté en óptimas condiciones.

el equipo

El equipamiento de un brigadista contempla antiparras, cubrefaz para el rostro y cuello, chaqueta y pantalones ignífugos (que protegen del fuego), guantes, bototos y casco, con ala alrededor en el caso de los combatientes terrestres y solamente con visera en los tripulantes de helicóptero por cuestión de espacio al interior de la nave. Además, cuentan con un camel bag o mochila para el agua.

Al salir a combatir los incendios, en el helicóptero llevan una camilla, ya que en cada brigada hay un experto en primeros auxilios. Y también un cooler donde van sus raciones de alimento, que consisten en galletas, cereales, agua mineral, un tarro de atún y bebidas ricas en sales minerales.

"Antes utilizábamos un overol amarillo no más y nos brindaban apoyo aéreo los Cansos (aviones), que si bien cargaban más agua, eran más lentos y tenían problemas para abastecerse", señala Israel Esparza, de 60 años, de los cuales 35 ha sido brigadista de Conaf.

Esparza, uno de los brigadistas más antiguos del país, es jefe de cuadrilla en la base Vivero de Álamos, en Chillán, y entre otros estuvo en el incendio de Valparaíso el año pasado y en el de las Torres del Paine de 2011-2012, el cual quemó 17.600 hectáreas. En su base hay cuatro unidades, tres compuestas por entre 14 a 15 brigadistas y una de 6. Las tres primeras se trasladan en camiones aljibe con capacidad para 1.560 litros de agua, mientras la unidad menor se moviliza en camioneta, aunque su desplazamiento es más rápido.

Desde el cielo

En el aire, antes de arrojar la carga de agua, el helicóptero activa una sirena y en tierra se oye el silbato de un brigadista. Es la señal de que los hombres deben aferrarse a lo que sea o, en el peor de los casos, tirarse boca abajo mientras el "Halcón" lanza el chorro sobre las llamas. "Una de las variables que influye al momento de la descarga son el viento, la altura y la cantidad de agua que lleva el bambi", dice el piloto Julio Romero, quien en la cabina va acompañado del comandante polaco Mariusz Prandota, de 55 años.

Para el español, "ser piloto de helicóptero de incendios es ser un piloto vocacional, el llegar aquí no es nada fácil, es un camino laborioso", subraya el comandante, a quien en el poco menos de un mes que lleva en Chile le ha llamado la atención ver casas que se han quemado en los incendios forestales.

"La construcción aquí es distinta, son más vulnerables y están metidas debajo de los árboles, y no es agradable cuando llegas a la base y te dicen", sostiene Romero, subrayando que "un bosque no vale una vida. Es el dicho que tenemos nosotros".

Además, sostiene que en Chile le ha costado un poco familiarizarse con el Código R que emplean los brigadistas forestales en las comunicaciones. "Nosotros en España no lo usamos, pero los de aquí están muy familiarizados", añade. Sin duda, uno de los más esperados es el código R80, ya que se trata de las comidas que les sirven en las bases: desayuno, almuerzo y cena. Eso si es que no hay un R20, que implique iniciar una nueva batalla contra el fuego en los cerros y bosques a lo largo del país. J