Secciones

Conozca los ocho cuentos que brillaron en tercera versión de "Concepción en 100 palabras"

E-mail Compartir

l Sergio Gamonal V.

Luis Fredes Domínguez, 28 años, nacido y criado en Lota, tuvo la oportunidad de conocer hace muy poco tiempo el Mirador Alemán, en el cerro Caracol. Mientras caminaba hacia el monumento de piedra, su imaginación comenzó a idear mil cosas que pudieran (o no) haber ocurrido en las entrañas del cerro penquista, desde relaciones sexuales prohibidas a venta de drogas, las que no tardó en plasmar en papel. "Desde niño siempre he estado escribiendo, cosas que iban pasando, que iba viviendo. Después me metí en la música, y escribía canciones, de rap, cosas así", explica el estudiante de Ingeniería en Construcción en el Virginio Gómez.

Cuando se abrió la convocatoria para la tercera versión de "Concepción en 100 palabras", su experiencia en el mirador, conjugada con su interés por documentales históricos de guerra y a que de niño, como a muchos, le gustaba también jugar a los soldaditos, se transformó en el cuento que envió al concurso: "Soldado alemán". Y, de entre los 7.261 relatos recibidos, en el ganador del primer lugar. "Quise disfrazar toda una historia que pudo haber pasado… y dio resultado", afirma Fredes, quien se presentaba por tercera vez al certamen literario. Fue la vencida, aunque sostuvo que seguirá participando cada vez que tenga algo que contar. J

Adam Hartmann, perteneciente a las SS, vivía en el fuerte alemán, rodeado por supuestos soldados enemigos. Se ocultaba dentro de su tanque, un Panzer 38t. Guardaba un mapa desconocido por muchos cuyas coordenadas daban a un avión F-4 Phantom II. Tenía cañones, fusiles, ametralladoras, municiones y un completo armamento de guerra. Algunos metros alrededor del fuerte había instalado minas antipersonales para protegerlo; se alió con un perro pastor alemán que lo advertía con ladridos por las noches. Una campaña de rutina lo hizo descender hasta la cascada del parque cuando un pelotón rival de la agüita le organizó una mexicana.

Una cabeza de jurel situada accidentalmente en el suelo observa cómo, a lo lejos, se llevan su cuerpo.

Siempre nos acordamos de ellos y nos reímos recordando cómo lograron construir su casa. Vivían en Rosas, en esas casonas con olor a humedad. Como esta historia es real, me reservaré sus nombres. Solo diré que eran un matrimonio joven, más tenacidad e ingenio que plata en los bolsillos. Cada ladrillo, cada viga, todo salió casi por arte de magia. Cuando ya solo quedaba hacer la entrada, y el presupuesto era aún escuálido, los dos daban largos paseos por Aníbal Pinto y Cochrane, tanteando las baldosas sueltas. Volvían al anochecer con las mochilas llenas.

Dicen los viejos del barrio que cuando el Santos jugó contra Naval, Pelé saltaba y sus pies alcanzaban la altura del travesaño. «Eso no es nada», dijo mi tío. «Nosotros saltábamos por el morro sin mancharnos del aceite quemado que ponían en la reja antes de los partidos».

Los pájaros de Carriel Sur no gozan de buena fama. En el año 1982, hubo quienes vieron volar pájaros de acero con destino a las Malvinas. En 1973, otros tantos emprendieron vuelo rumbo a la Casa de Moneda, en Santiago. En ambos casos, testigos vieron cómo se desprendían bolas de fuego de sus entrañas. Hoy día, sin embargo, las autoridades han emprendido una confusa campaña en contra de las aves nativas que desde siempre han habitado el humedal, a un costado del aeropuerto. Paradójicamente, dicen que su vuelo rasante, aunque inocente, es peligroso para la seguridad aérea de la sociedad.

Jonathan caminaba balanceando sus angostas caderas y nos parecía una mujer de pelo corto. Una tarde se estrenó a un costado de la carretera con la cabellera de Olivia Newton-John y unos pantalones de cotelé blancos muy apretados. Se hizo llamar Stracy y fue la mejor mujer del pueblo. A veces lo correteábamos, hasta que se consiguió un pequeño cuchillo y logró, durante un par de años, trabajar por las curvas de la ruta 160 entre Arauco y Concepción. Pero una tarde un buen forastero lo subió a su camión, se alejó del camino y le quitó ese ridículo cuchillo.

No sé qué papel usar para absorberte. Compré de todos los tipos, tamaños y colores; no logro entender cómo 53 kilos de cuerpo pueden contener tanto rojo. Una señora en la Palomares me preguntó por mis manos; amablemente le contesté que estaba pintando mi casa. Me contó que se casaba su hijo pero que su nuera era una «suelta de cuerpo» y que yo sería perfecta para él. Recordé que la última palabra que te dije fue «maraca».

El olor a húmedo me lleva a una pieza sola, en pleno invierno, sin ningún tipo de calefacción; a acostarme después del cine de última función. Cuando te sacas la ropa, el cuerpo se aprieta y la piel se pone de gallina con el frío. Un libro. Amarillo. Maravilloso y miserable. Inhalo, y la exhalación se condensa en el aire. La humedad trepa por las paredes y forma un test de Rorschach en el muro. Un auto, una mujer y su hijo, sarna, Molly Bloom, caramelos y la nueva ola, Alí Babá, Jimmi Swagart, Rose of Sharon y Tom Joad.

"La idea es siempre estar creando,

escribiendo. Y participar, no

importa si se gana o no".

Luis Fredes,