El misterio de la tumba de la mítica Negra Ester
El Líder de San Antonio
Al Puerto de San Antonio
me juí con mucho placer
conocía a la Negra Ester
en casa del Celedonio
era hija del demonio
donde ella se divertía /
su cuerpo al mundo vendía
le quitaban su trabajo /
pior que un escarabajo"
La obra en décima del recordado folclorista nacional Roberto Parra Sandoval transporta a los bajos fondos del puerto de San Antonio; a esos días donde los choros, guapos y cafiches se reunían en las callejuelas más oscuras de la ciudad y donde las mujeres de pronunciados escotes y colorido maquillaje hacían de la noche su forma de vida.
Parra supo de la Negra Ester en el cabaret Río de Janeiro, emplazado en la ladera del cerro de esta ciudad. Se encandiló de sus curvas, se prendó de sus movimientos sinuosos y se dejó llevar por el encanto de sus labios gruesos.
La Negra Ester, a decir de quienes conocieron los días bohemios de mediados del siglo pasado, era una mujer que arrastraba a los hombres con sus encantos. No era como las demás, quería ser alguien, surgir y para eso utilizaría lo que tenía a mano.
La fallecida Marina Núñez, ex regenta del Rio de Janeiro, recordaría hace años que "ella era la predilecta mía. A todas las quería, a todas las trataba igual, pero en mi corazón siempre tenía preferencia por la Ester porque era una dama... Era una mujer que sobresalía por sus modales, era gordita, morena, muy femenina, sobresalía".
Pero fue en el cabaret Luces del Puerto, en la empinada escalera de Sargento Aldea, donde Roberto Parra se ganaría los porotos y los vasos de tinto entreteniendo con su guitarra a los parroquianos ávidos de cariño, conversación y alcohol.
Dicen que una noche el folclorista conoció a esa morena curvilínea y quedó prendado. Tanto que decidió crear una obra en décimas que posteriormente y sin quererlo, alcanzó notoriedad nacional y mundial cuando el director Andrés Pérez decidió llevarlo al teatro dado el interés del actor Willy Semler, que había visto los textos de Parra. La Negra Ester trascendió como teatro; de hecho se convirtió en la obra más vista en la historia del teatro chileno.
se llamaba Berta
"La negra muy cosquillosa/ no aguantaba la barreta güen gancho bonitah tetah/ su carita como rosa como espiga de orgullosa/ pero no le valió nada porque estaba deshojada/ como la parra en otoño pero hay que bajarle el moño / a esta carta marcada".
El viejo establecimiento del Luces del Puerto ya no existe. Sólo queda un caserón semi olvidado, lejos del antro de bohemia que fue en sus mejores años. Hoy los parroquianos han desaparecido de la escalera; pocos se atreven a circular por el lugar y quienes lo hacen, son algunos hombres que al amparo de la noche, ingresan a un pool donde fuman cigarrillos, beben cerveza, escuchan música del momento con un taco y tiza en las manos.
Pocos o casi nadie sabe que la Negra Ester en realidad no se llamaba Ester. Algunos viejos porteños cuentan que se llevaba por nombre Berta y que habría fallecido en 1991. Digo habría, porque no hay registro que señale su muerte, ni menos una tumba que indique su nombre. Como muchas mujeres de antaño dedicadas a ganarse la vida de noche, murió sola y pobre.
Hoy el lugar donde descansan sus restos es un misterio. Unos dicen que se fue a Talca, otros que a Santiago, pero hay otros testimonios que aseguran que fue sepultada en una humilde tumba en el cementerio parroquial de San Antonio. Allí, a un costado del cerro El Carmen, donde pega fuerte el viento y con una feroz vista de la bahía, se rumorea que fueron dejados los restos de la mujer que cautivó a Roberto Parra, que lo enamoró, que se le caló tan profundo en el corazón que nunca más pudo sacársela.
tumba de la negra
Rosa González (48) camina por uno de los pasajes interiores del cementerio. Va de allá para acá con total confianza, conoce estos espacios como las palmas de sus manos; es más, creció aquí, fue su lugar de juegos, de travesuras y también de trabajo. Rosa desde los 9 años se dedicó a vender y a acarrear agua para los familiares que llegaban a ver las últimas moradas de sus seres queridos.
Rosa avanza. A un costado hay mausoleos de connotadas familias de la ciudad, al otro resaltan algunas tumbas con cruces de madera, con cierres hechos de tablas y pintados de blanco. Unas tienen placas de mármol, otras de metal y la mayoría tiene pintados los nombres y las fechas de los que allí descansan.
"Yo no sabía que la Negra Ester estaba en este cementerio. Es más, aquí están sepultados muchas personas importantes y como una era cabra chica no se preocupaba de saber quién era, pero después supimos que había gente que conocía la tumba de aquella mujer", cuenta.
Rosa González junto a otras mujeres que se criaron en el sector, se ha preocupado desde un tiempo a esta parte de averiguar más detalles de quien fuera ese personaje de la noche. Se ha encontrado con muchas evasivas, muchos no quieren hablar, pocos quieren reconocer la vida oculta que pudo haber tenido una madre, abuela o esposa.
"Sabemos que la tumba está aquí. Ahora lo que está claro es que no está con su nombre. Una vez conocí una señora de quien me dijeron que sería la Negra Ester, pero era alta, de cuerpo grande y no se parecería a como la han descrito otras personas. Hay mucho que estudiar y averiguar para decir esta es la tumba", cuenta.
Los estrechos pasajes del cementerio parroquial se van abriendo para Rosa y se detiene en un lugar, una tumba como cualquier otra, con una construcción de baldosas y tierra en la cubierta. A un costado se ve una especie de arbusto con rosas pequeñas, pero en la lápida no se lee Ester. "Este sería el lugar y la habrían enterrado aquí porque no tenía otro lugar. Era pobre y lo cedió una familia que la acogió en sus últimos años. Habría muerto de una enfermedad respiratoria en 1991 muy vieja", dice.
sin fisgones
Un día por la mañana/ anteh que rayara el sol/ mah linda que un arrebol/ fresquita como manzana/ muy alegre muy ufana/ venía la negra Ester/ hasta cuándo padecer/ no aguantaba los tormentoh/ me muero de sentimiento/ si pierdo a la Negra Ester
El cementerio parroquial de San Antonio volvió tras el 1 de noviembre pasado a su habitual tranquilidad. Pocas personas recorren sus pasajes, miran los nichos o limpian las tumbas. Pocos vendedores de flores se resisten a la indiferencia y no hay niños que correteen con botellas y baldes con agua.
Luis Poblete es del 2010 el administrador del recinto. En su oficina se acumulan los registros de los miles de difuntos que han llegado a este camposanto desde 1919. Próximos a cumplir 100 reconoce que entre sus personajes se encuentra la musa de Roberto Parra.
"Sí, aquí está la tumba de la Negra Ester", señala.
"Hay un aspecto familiar que considerar. Ella está aquí bajo su verdadero nombre. No se puede dar a conocer sin la autorización de la familia".
"Tal vez no quieren que lleguen personas que no tienen relación con la familia. Es entendible".
El hermetismo se mantiene. Casi como un acuerdo tácito, la ubicación de la tumba de la Negra Ester sigue siendo un misterio. Está en el cementerio de San Antonio, en el mismo puerto que acogió a Roberto Parra, que lo vio por sus calles, que lo llevó a sus cabarets, boites y burdeles. La misma ciudad que acogió a la Negra Ester, que la llevó a los bajos fondos y con los años la perdonó.
Hoy descansa la Negra mirando al mar.
A loh añoh volvía al puerto/ como puede suceder/
donde está la negra Ester/ dijeron que había muerto/
que golpe para Roberto/ hasta cuando padecer/
nunca mah la volví a ver/ se ha ido con el incienso/