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Madre e hijo encontraron en Concepción la paz que perdieron en la guerra que azota a su país

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l Andrea Neguiman Pozo

Vivian Nayah Akil y Manaf Alejrad Akil, son unos verdaderos sobrevivientes del violento conflicto civil que se vive en Siria. Ambos observaron desde cerca cómo los misiles y las bombas destruían poco a poco su querida Yabroud, ubicada a 75 kilómetros de Damasco.

"Manaf había terminado los estudios y había mucho peligro en la ciudad. Me tomaron la casa, bombardearon todo el barrio. Imagínate que llevaba cuarenta años armando mi hogar y todo desapareció de un momento a otro. Lo único que queda, en estos momentos, es el suelo y el techo. No hay paredes, ventanas, nada", relata Vivian a La Estrella.

"Me había titulado recién como Técnico Anestesista y cuando comencé a trabajar en el hospital, la experiencia fue muy cruda. Llegaban las personas sin piernas y brazos, niños muy heridos. La mayoría de las personas al final murió en el hospital. Para mí fue impactante", comenta Manaf.

"Cuando caían bombas cerca, tenía que ir a recoger los muertos. Fue bien difícil", añade.

En este lamentable panorama, madre e hijo decidieron emigrar lo más rápido posible del país. "Lo primero que pensamos fue en irnos a donde estaban mis otros dos hijos, en Kuwait, pero con el tema de la guerra es súper difícil conseguir el permiso de permanencia allá", indica Nayah.

Durante casi un año, estuvieron entrando y saliendo. Sin embargo, un día ya no pudieron ingresar más por miedo a que Manaf fuera reclutado por la milicia de su país. "Él no tenía trabajo y los muchachos que cumplen los 21 años y no están haciendo nada, si o sí, deben ir a la guerra. Anduvimos en Dubai también, pero ya no nos quedaban más opciones. Así que pensé en venir a Chile. Nací en Chile, tengo permanencia y nacionalidad, y mi hijo también. No nos quedaba otra", sostiene la mujer.

"Igual teníamos miedo. No nos queríamos alejar tanto, porque Chile está muy lejos de Siria. Además, todavía estaba recibiendo una subvención del Estado, el sueldo de mi trabajo como profesora de Francés y todavía me quedaba algo de mi casa, pero al final pensé: ¿Qué es lo que voy seguir haciendo acá?", agrega Vivian.

Llegada a Chile

Buscando una mayor tranquilidad, finalmente, ambos decidieron tomar sus maletas y arribar a nuestros país. "Manaf se vino primero. Él llegó el 5 de enero de 2013. Mi hijo no hablaba nada de español. Yo me vine en marzo de este año. El año pasado vine a Chile por un par de meses, pero me devolví a visitar a mis hijos en Kuwait", explica Nayah.

El destino de la familia siempre fue Concepción, específicamente, el sector Pedro de Valdivia. "Cuando llegué no entendía nada del idioma. Me vine a vivir solo con mi abuela. Ella es una señora de 75 años, todo fue muy complicado en un principio. Es que tampoco había compartido mucho antes con ella", sostiene Manaf.

"El shock cultural fue horrible para mi hijo, ya que él no conocía casi nada del país", añade Vivian.

En este sentido, para Nayah siempre fue una preocupación la reacción que tendría su hijo. Es que la mujer vivió en carne propia lo que es llegar a un país totalmente diferente y no comprender ni su cultura ni su idioma. "Yo viví una experiencia similar. Mis padres se separaron y mi papá quiso volver a su país natal, Siria. Junto a él me llevó a mí y a mis hermanos. Yo sólo tenía doce años, fue muy impactante todo lo que viví", señala Vivian, quien además indica que tuvo que aprender literalmente a hablar y leer de nuevo.

"Lo que más me costó fue leer, escribir y pronunciar en árabe. La cultura también fue fuerte, en especial, por la falta de mi madre en la casa para preguntar ciertas cosas", relata Nayah.

Para que su hijo no pasara por una situación tan traumática como la suya, decidió contratar a una profesora de español para que Manaf, aprendiera el idioma y se adecuara a la ciudad lo antes posible. "Comencé a aprender en la casa, donde me enseñaron lo básico. Después tomé un curso más profesional. Ahora me puedo comunicar bien", explica Manaf.

Aparte del lenguaje, el joven se topó con una sociedad bastante dispersa, que le causó inquietud y, al mismo tiempo, curiosidad. "Allá los jóvenes pueden juntarse con amigos hasta las cinco de la madrugada y después cada uno se va para su casa tranquilamente, pero acá no es así. Nadie se va, por miedo a que le pase algo en el camino", relata.

"En Kuwait, por ejemplo, podía salir a las dos de la mañana a caminar con mi nuera y nunca nos pasó nada. Aquí camino muy asustada, porque todos nos han dicho que es peligroso", agrega la mamá.

Universidad

Para no quedarse con las manos cruzadas, el joven de 24 años decidió hacer todo lo posible para ingresar a estudiar en Chile. Sin embargo, se encontró con una gran barrera: la plata. "En Chile estamos viviendo con lo que nos mandan mis hijos de Kuwait. Vivimos en un departamento en calle Prat, que nos prestó un hermano que vive en Estados Unidos. Entonces, la idea de estudiar fue algo bastante amargo, porque no teníamos para pagar", explica Nayah.

Para la buena fortuna de Manaf, un cercano de su familia chilena conocía a personas del ámbito educacional, quienes le brindaron una mano. "Ingresé el año pasado a la carrera de Ingeniería en Informática, pero como oyente. La idea es que reforzara un poco el idioma y viera cómo eran las clases", relata el alumno de la Universidad Santo Tomás.

Posteriormente, se le otorgó un permiso especial para ingresar a la carrera sin mayores problemas. "Durante el segundo semestre ingresé como alumno. Es una gran oportunidad la que me está entregando la universidad. Actualmente, voy en mi tercer semestre", señala Manaf.

"Hasta el momento, me ha ido súper bien en los ramos de álgebra, porque la matemática acá es menos difícil de la que me enseñaron en Siria. Tengo buenas notas, ojalá pudiera obtener una beca para poder estudiar tranquilo", explica el joven.

Tanto para Manaf como para su madre, esta oportunidad es única. Sienten que obteniendo el título podrán concretar algunos sueños que se encuentran detenidos. "Tengo pareja hace más de dos años. Ella está en Siria todavía. Era mi vecina. Ya no está en Yabroud, porque tuvieron que escapar por los misiles", relata Manaf.

"Sólo mantengo contacto con ella vía Skype y Whatsapp. Hace más de un año que no la veo. Lamentablemente, no puedo ir a Siria, porque me reclutarían en la milicia. Por eso quiero terminar luego mi carrera, para traerla a Chile. Quiero establecerme en este país, tener un sueldo, una casa para que podamos vivir tranquilos", explica.

"Estar separado de su novia es lo que más le duele a mi hijo. Sólo le digo que tenga paciencia y tranquilidad", finaliza Vivian Nayah. J

"Los vecinos nos

dijeron que había

caído un misil en

medio de nuestra

casa en Siria. Ya

no queda nada"

Manaf Alajrad,

"En Chile se

consume mucho

alcohol. En las

calles hay muchos

borrachos"

Vivian Nayah