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Bailando tumbe con los afro-chilenos

Sus ancestros vienen de África, pero viven en Chile desde hace siglos. Hoy sacan la voz y buscan poner en valor sus raíces.

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El repique conversa con los atabaques y el güiro, haciendo que los ancestros acompañen las sonrisas de los bailarines que mueven sus caderas al son del tumbe.

Su piel oscura y su pelo mocho o crespo son los rasgos físicos que caracterizan a la comunidad afro-ariqueña, pero, más que la morfología -que se ha ido extinguiendo por la mezcla racial-, lo que identifica a los herederos de África es su fuerte espíritu de orgullo, sacrificio y alegría por su ancestral cultura.

Al escuchar la palabra afro, lo primero que se viene a la cabeza es una comparsa bailando al ritmo del tumbe, pero la cultura negra va más allá del baile, la música y las cadenas.

Cristian Báez, coordinador general de la agrupación Lumbanga y encargado de la Oficina Municipal de Afro-Descendientes, la primera en su tipo en Sudamérica -además de Brasil-, es enfático en decir que "la chilenización se encargó de blanquear el territorio y negó la cultura de los negros. Se contó la historia desde fuera, los españoles contaron la historia de los esclavos".

El colectivo Lumbanga es una de las tantas organizaciones ariqueñas que están en una constante lucha por la reivindicación de la cultura afro, poniendo en valor no sólo el baile, sino que la tradicionalidad oral, el arte culinario y todo aquello que es parte de su cultura negra.

"El territorio donde vivieron nuestros ancestros lo relacionaron espiritualmente con su África; los árboles, la biodiversidad, son parte de nuestra cosmovisión. Cuando veo un olivo, lo siento parte de mi identidad, muy mío, porque es parte de la herencia ancestral, porque nuestros abuelos trajeron sus deidades representadas en la naturaleza, en el río, en los árboles", comenta con emoción Báez.

El valle de Azapa es considerado como territorio ancestral debido a que allí se asentaron gran parte de los criaderos de negros, donde cultivaban hortalizas y estaban las chimbas, nombre que se utilizaba para los barrios urbanos donde residían los esclavos libres.

El olivo también es considerado como un árbol ancestral, pero actualmente se han talado cientos de ellos por la llegada de las empresas semilleras que trabajan con transgénicos en el valle y por la competencia de la aceituna peruana.

La organización afro Hijas de Azapa está trabajando por implementar un programa para integrar la medicina a base de yerbas medicinales en la posta rural de San Miguel de Azapa.

"La medicina tradicional afro-azapeña tiene cerca de 40 especies que se dan en el valle; si se aplicara en la posta, a toda la comunidad le serviría porque sacaría el palco, por ejemplo, de sus mismos patios", argumenta Báez.

El creador del libro "Lumbanga: memorias orales de la cultura afro chilena" asegura que, además del baile tumba, que se hace en tiempos de carnaval, también hay tradiciones que quieren poner en valor como afros, las cuales son las de las familias que realizan la Cruz de Mayo, que van a la Virgen de Las Peñas y las que danzan el baile moreno y pituco.

"Nosotros no hacemos esto para recordar, lo hacemos para poner en valor", enfatiza el afro-descendiente, quien vive y trabaja dentro del territorio que considera ancestral para su cultura, el valle de Azapa, en donde el olivo, el pacal y el chololo, con el susurro del viento, podrían contar la historia de los esclavos que obligadamente llegaron y empaparon el valle con toda su cultura negra.

Por años, las organizaciones afros de Arica han luchado por el reconocimiento de su etnia y hoy han logrado el comienzo de la meta: realizar un censo afro.

El Instituto Nacional de Estadísticas (INE) realizó un censo regional a más de siete mil familias para que, con este estudio, se puedan realizar políticas públicas a nivel regional y así también dar el primer paso para el reconocimiento a nivel nacional.

Báez explica que "con los resultados, diremos acá estamos, existimos. Con el estudio podremos negociar cómo se hacen las políticas públicas y definir qué significa ser afro descendiente".

Este movimiento de rescate y puesta en valor comenzó hace más de una década, pero antes estaba invisibilizado.

La ONG Oro Negro fue la primera organización que destacó la existencia de los afro-descendientes; junto a ella, el Colectivo Lumbanga, Arica Negro, la comparsa Tumba Carnaval y muchas otras organizaciones sociales realizaron la alianza afro-chilena y comenzaron la gestión para que, en el pasado censo del 2012, se les tomara en cuenta como una etnia más en Chile.

Pedro Méndez es presidente de la comparsa Tumba Carnaval y a pesar de no ser afro-descendiente, se siente identificado con la cultura por ser parte de la comparsa, donde lleva más de ocho años y donde también hace un trabajo de difusión afro y la puesta en valor de los personajes que hicieron un aporte en la sociedad ariqueña.

"Tumba Carnaval nace por una necesidad de identidad que surgió acá en Arica, a partir de ello se formaron estas raíces con una disciplina artística para poder romper la invisibilidad de la cultura negra a nivel nacional", comenta Méndez, mientras que los jóvenes que integran la comparsa tocan los tambores, dándole viveza al parque Vicuña Mackenna, ubicado frente al Morro de Arica.

Mientras la gente se detiene a escuchar los tambores, Pedro recuerda cuando fue con la delegación afro a La Moneda, para pedir que fueran reconocidos en el censo del 2012, instancia en que el entonces ministro Viera-Gallo les confesó que no tenía idea sobre la existencia de afro-descendientes en Chile. "Personalmente me produjo un cambio de switch, porque dije 'si un ministro de estado desconoce lo que está dentro de nuestro país, la pega que tenemos por delante es gigante'. Y romper con la invisibilidad es lo que nosotros buscamos a través del arte y la música".

La comparsa que ha representado a Arica en diferentes escenarios del país, hace un trabajo artístico cultural que "es nuestra puerta de acercamiento a la gente. Buscamos la reacción de que bailen, se paren y se involucren con la presentación, porque hacemos una invitación a que conozcan de la cultura afro", acotó.

Marlen Huerta Corvacho es una apasionada de su herencia, de la que supo sólo hace diez años, cuando cumplía 40. Pero desde que conoció su raíz no ha dejado de vivirla y difundirla diariamente.

"Lo que menos nos gusta es que la gente nos discrimine. El racismo es un dolor que llevamos dentro por respeto a nuestros ancestros", comenta Marlen. Ella es presidenta de una organización de comida afro-descendiente y participa mostrando sus platos en la época de carnavales, cuando Arica se llena de turistas.

"Las sobras de la carne que votaban los amos, los esclavos las sacaban a escondidas y cocinaban la chanfaina. Se dejan sancochar la carne de un día para otro y se hace el guiso con harto ajo y cebolla", explica desde la entrada de su casa, adornada con diferentes artesanías y cuadros afros que ella misma confecciona. Pero sin duda el plato más característico de los afro-ariqueños es el picante de mondongo, palabra con la que se refieren a la barriga del vacuno.

"Es muy tradicional, lo que más se come en el valle, está hecho de guata, charque, la pata y llaita que le da el color al plato", asegura con esa jovialidad y belleza que la herencia negra le ha dado.

El descubrimiento de su descendencia fue un vuelco en su vida y le dio fuerza para luchar por su cultura, muchas veces discriminada. "A mí me gusta mi color, lo llevo en mi corazón y difundo mi cultura ancestral con gran respeto por el sufrimiento de los esclavos que fueron traídos acá involuntariamente", dice Marlen, cuyo segundo apellido es Corvacho, uno de los más conocidos en la ciudad por ser afro. Significa, según el diccionario, "látigo con que se azotaba a los esclavos en la época colonial". J