La vida de Kathy Collao a un año del trasplante
Desorientada: así estaba Kathy cuando despertó del coma, con una gran cicatriz en su abdomen y sin el bebé que tenía en su vientre la última vez que se había acostado en la cama. Fueron tres semanas sin despertar y en donde su vida cambió por completo.
Todo Chile fue testigo de la historia de Katherine Collao, la quillotana de 27 años que estaba embarazada cuando sufrió una hepatitis fulminante y debió ser trasplantada del hígado en dos ocasiones (3 y 8 de septiembre del 2012), en tiempo récord.
Aunque todos siguieron su caso y muchos oraron por ella, la protagonista de esta historia no recuerda absolutamente nada de ese periodo. "Un día me fui a dormir y desperté con el hígado trasplantado, abrí los ojos y estaba amarrada en la camilla y pensé que estaba loca; después me vi la tremenda cicatriz y mi familia me dice que sólo preguntaba por mi guagua", relata hoy Katherine, sentada en el living de la casa de su tía en calle La Merced, a pocos metros de la iglesia del mismo nombre.
Ella recuerda que la primera noticia que vio en el diario sobre su caso fue: "La Kathy se nos casa para el 18", tal como tituló La Estrella de Quillota-Petorca el 14 de septiembre del 2012. "No cachaba una, te juro que había una foto de una rubia y yo juraba que era yo, preguntaba cuándo me habían tomado esa foto, y era una foto de Wilma González, así de perdida estaba", comenta entre risas.
Hoy Kathy tiene una vida completamente normal. Asegura que vive tranquila el día a día, sin proyecciones. Se separó de la pareja con quien anunció iba a casarse cuando estaba en el hospital y dedica su vida a su hija Paz, de 2 años y medio, y a Emilio, el regalón que nació a los cinco meses de gestación, cuando ella fue internada por su hepatitis fulminante.
"Yo desperté súper enamorada de mi ex pareja, se me habían olvidado todos los problemas que teníamos cuando me enfermé, pero después empecé a recordar. Ahora estoy sola, estoy bien con mis hijos y no tengo tiempo para el amor", sentencia la quillotana.
Los martes, jueves y sábado, Kathy tiene su puesto en la Feria Minorista de La Calera y los domingos, en la Feria Aconcagua de Boco. Aunque sigue dedicándose a la venta de ropa y juguetes, ahora está haciendo lo que más le entusiasma: pinta caritas a los niños y le hace la manicure a las jóvenes y señoras.
"Cuando salí del hospital, lo que más me daba miedo era no volver a trabajar o no poder cuidar a mis hijos, porque me costó más de un mes volver a caminar, tenía los músculos atrofiados", relata.
Katherine cuenta que se manejaba en silla de ruedas y con burrito durante ese proceso. Aunque nadie pensó que volvería a caminar tan rápido, lo hizo por sus hijos. "La mente controla todo, yo iba a ver al Emilio al hospital seguido, pero me costaba un mundo poder llegar; además no le podía hacer cariño cuando llegaba, alguien tenía que sostener mi mano para poder tocarle la cabecita", recuerda.
Aunque Kathy era prioridad nacional en el país para ser trasplantada y la protagonista de la prensa en esos días, en otra sala del Hospital Clínico de la UC, su hijo daba su propia batalla.
Emilio Alexis Eduardo (el último nombre, en honor a quien donó su hígado) nació prácticamente muerto. Su primer pronóstico era que no podría respirar sin un ventilador mecánico y que se alimentaría por sonda; hoy respira y come por sí solo. Es un niño regalón feliz, activo y risueño. Aunque superó todas las expectativas de los doctores, el pequeño, que nació en condición de prematuro extremo, comenzó esta semana con un tratamiento en la Teletón, por una parálisis cerebral.
Padece de una hidrocefalia que está en observaciones y a su corta edad ha tenido dos intervenciones quirúrgicas: una endoscopía y una válvula derivativa, para drenar el líquido de su cabeza hacia el estómago.
"No quiero imaginar todavía lo que puede pasar, se lo dejo al destino; me han dicho que posiblemente no camine, que no me hablará, pero no lo sé, yo me imaginaba al Emilio postrado en su cuna, pero me sorprende cada día", explica la joven madre.
Katherine mira, toma aire y sigue hablando. Dice que los médicos aún no se explican si el embarazo provocó el problema o viceversa. Antes de que naciera su primera hija, Paz, ella había dado a luz en dos ocasiones. Los pequeños también nacieron a las 27 semanas, pero ninguno sobrevivió.
A pesar que ha pasado un año desde el trasplante, Kathy cuenta que aún no le toma el peso a todo lo que pasó. Tiene una carpeta que su hermana armó con todo el registro de la prensa, pero aún no es capaz de verla por completo.
"Leer eso es recordar algunas escenas, al Emilio en incubadora, a mi familia sufrir... Leí que mi madre se hubiese matado para darme su hígado, aún me da algo en el estómago cuando lo pienso", cuenta, mirando la carpeta que tiene guardada en una habitación.
Kathy se emociona. Para ella no es fácil hablar del trasplante. "Cuando estaba en el hospital, desorientada, vi a la esposa de la persona que me dio su hígado, vi una foto del caballero, sé que se llamaba Eduardo y murió domando un caballo, era un huaso", cuenta, y sus ojos se llenan de lágrimas cuando recuerda.
"Me gustaría mucho hablar con la familia de él, porque ellos me dieron una vida sana, hicieron lo más valioso para mí, se los agradezco infinitamente, pero sí me gustaría contactarlos para agradecerles personalmente", agrega.
Hoy los controles de Katherine Collao son cada seis meses y, al igual que su medicación, serán de por vida. Por ahora, está preparada para tener su stand en la Expo Quillota, en donde pintará caritas y venderá algunos de sus productos para maquillaje y también enseñará a los niños cómo hacerlo. "Esto es lo que me gusta, soy feliz siendo mi propia jefa; entre tanto control médico mío y del Emilio, soy un cacho para un empleador...", comenta entre risas.
La joven pinta la cara de Fernanda, su primita, y comparte con La Estrella su nuevo oficio. Sonríe y mientras mira los ojos de su pequeña modelo, disfruta de su vida. Nos despedimos y su día sigue: Katherine está de vuelta, agradecida, viva y con ganas de sonreírle cada momento a la ciudad que rezó, donó sangre y estuvo pendiente de ella. J