La vida de un trabajador a más de 220 metros bajo suelo: ocho horas en las entrañas de la tierra
Pirquineros de Curanilahue afirman que su trabajo es una tradición que no morirá. Cadena productiva nunca para.
Extraídos desde el submundo, casi de forma vertical arriba de en un gran carro después de recorrer 180 metros en tres minutos, ocho pirquineros de la mina "Cinco Erres", del sector "La Chulita", en el corazón de los cerros de Curanilahue, terminan su extenuante jornada nocturna de recolección de carbón. Sobre suelo, en los talleres del campamento minero, ya esperan otros 16 hombres, dispuestos a internarse a trabajar agachados, con poco aire, en un ambiente donde se mezclan el calor y la humedad, factores que hacen muy dificultosa la respiración.
A ninguno de ellos les importa, a nadie le molesta. Están acostumbrados a las condiciones adversas y es más, les agrada. Trabajar en los pirquenes es una actividad que a todos los hombres les llena de orgullo y satisfacción. Para los oriundos de una zona históricamente minera, la actividad en los pequeños yacimientos carboníferos, es parte de su identidad y según afirman, las faenas relacionadas al carbón jamás morirán en Curanilahue.
Para bajar al primer nivel, a 180 metros bajo tierra, los mineros del turno de la mañana no ocupan el carro. Aferrados a barandas de firmes palos de eucalipto, "los viejos", como se tratan con cariño entre todos, descienden al pirquén a pulso. Mirar hacia el interior de la perforación da vértigo, el agua que cae a gotas en el cuello les indica que ya van en la mitad del camino a la pega, el ruido de la manga de aire, les indica que todo está en orden, habrá oxígeno suficiente para trabajar y la sensación de agotamiento será la misma de siempre.
Casco, linternas, guantes y botas puestas, años de extracción y muchos accidentes con graves consecuencias, les han enseñado la lección. Hoy su seguridad es lo primero. Han recuperado 1.000 puestos efectivos de empleo, con la reapertura de 22 yacimientos y no quieren perderlos por un cierre masivo tras una tragedia.
"Actualmente, las jornadas de trabajo son de ocho horas. La pega es buena, las condiciones han mejorado y uno mismo anda pendiente de que los compañeros anden con cuidado y con todos sus implementos, cuidándonos todos. Al contrario de lo que se pueda pensar, las obras en las minas no son tan sacrificadas, ahora cada cual tiene su labor definida, el que es barretero eso hace. Son pocas las veces que se hacen pegas extras", dijo Carlos Avilés, oriundo de Curanilahue y jefe de turno abajo de la mina "Cinco Erres".
El encargado de los 16 hombres del turno de la mañana, se había marchado de su tierra al momento de los cierres de los pirquenes en Chue, pero con la habilitación de las obras bajo tierra en los últimos años, volvió a la labor a la cual se había dedicado desde los 15 años.
"Aprendí el trabajo viendo, siguiendo a los muy buenos maestros de esos tiempos, siempre se van aprendiendo de los viejos. Vi muchas cosas terribles, que me da mucha tristeza y nostalgia recordar, donde ver gente atrapada es lo de menos (...) no vale la pena rememorar. Por eso nos hemos metido en la cabeza que esto es un trabajo más y que si lo hacemos bien, no tenemos porqué sufrir accidentes que lamentar", agregó el jefe de turno, el que guió a La Estrella hasta el tope subterráneo de la mina: 220 metros bajo tierra.
El minero actual no come pan minero grueso con harta masa al desayuno, ni su buena carbonada o cazuela, al almuerzo. Esas costumbres se han perdido y adaptando con el pasar tiempo, adecuándose a la actualidad.
"Todos los que trabajamos acá nos vinculamos en la mina, la queremos, pero disfrutamos igual cuando estamos afuera. Más que mal, adentro mientras trabajamos, nos tomamos nuestros descansos, almorzamos y todo gira entorno a la mina. Ahora somos mineros más pitucos, comemos sólo pan de panadería o pan de molde, se dejó de lado el pan minero. Las costumbres evolucionan, el minero igual. La charra con agua pasó a una botella plástica, pero somos mineros igual", agregó el experimentado pirquinero.
La costumbre que no ha cambiado, según dicen, es la tradicional convivencia, donde los sobrenombres y las tallas salen a flor de piel. También hay tiempo para compartir después de la pega.
"Al momento de salir del turno es donde se generan las tallas. Es ahí donde todo el personal se reúne, se tiran bromas, de hecho tenemos todo un zoológico de sobrenombres, no falta el gracioso. Lo otro que se conserva es tomarse alguna cosita tras la pega. Se pierde harta agua con la calor y la humedad, se tiene que recuperar de alguna forma", bromeó.
En marzo, un acuerdo firmado por los pirquineros de Curanilahue y la empresa azucarera Iansa, venía a tirar un gran salvavidas y una buena oportunidad de poner a la pequeña y mediana minería en buen pie. El contrato contempla la compra de carbón fino con bajo porcentaje de azufre, por un monto de casi 2 millones de dólares, lo que para la productora de azúcar le garantiza el 10% del consumo de carbón de sus plantas de Los Ángeles, Chillán y Linares.
Todo parecía mejorar y que la crisis que por años ha golpeado con fuerza al rubro mejoraría. Pero dada la escasez de carbón de alta pureza, las cotas se vuelven cada día más pequeñas y el carbón con menos de 2,5 por ciento de azufre, parámetro que Iansa exige para la compra, es más difícil de encontrar.
"Los costos de operación son altos. Por lo menos, son 400 mil pesos en petróleo diario para echar a andar la máquina que saca los carros desde abajo de la tierra. La exigencia de calidad de los contratos actuales, son altos, las reservas de carbón que tiene entre el 1% y el 2,5% de azufre, se acaba, se vuelve difícil encontrarlo, además la productividad al subir 500 kilos por pasada de carro, es muy bajo", dijo Ricardo Núñez, dirigente de los pirquineros de Chue.
A pesar de los números productivos negativos, los sueldos han mejorado con respecto a algunos años, pues según aseguró el dirigente un pirquinero puede ganar desde los $300.000 pesos sólo por la parte más baja.
Los trabajadores del carbón en Curanilahue, ya poseen un récord del cual se pueden sentir orgullosos: llevan más de 12 meses sin que en sus piques, se produzca un accidente fatal.
Según el seremi de Minería del Bío Bío, Luis Ulloa, la regularización de los pirquenes en la zona, ha sido un factor fundamental para que la tasa de accidentabilidad al interior de la tierra hayan establecido una marca. "Cuando llegamos, había cerca de un 90% de los pirquenes funcionando de forma irregular y sin las adecuadas medidas de seguridad. Actualmente son 26 los pirquenes habilitados y autorizados para funcionar y cada año se capacita a más pirquineros, en cuanto a seguridad y otras labores", dijo. J