El clamor de expertos y aficionados a la tecnología por un cambio revolucionario en el formato de los smartphones, como lo fue el salto de los teléfonos con teclados físicos a los actuales casi 100% táctiles, comenzó a calmarse rápidamente a medida que el 2018 acababa. La inminente llegada de los teléfonos con pantalla flexible, impulsada mayoritariamente por la tecnología de Samsung en su Galaxy Fold, nos presentaba un dispositivo cuya pantalla se puede doblar como una hoja (o esa era la idea), abriendo muchas posibilidades y funcionalidades.

Pese a su innegable logro tecnológico, el Galaxy Fold todavía no puede ver la luz. Samsung tuvo que retrasar su fecha de lanzamiento porque las unidades de prueba que se enviaron a expertos comenzaron a mostrar problemas serios en sus pantallas y errores de software tras solo unas semanas de uso. El dispositivo se iba a vender por cerca de $2.000 dólares (casi $1.400.000 pesos) y pese a que la empresa aseguró que ya solucionaron los problemas, el riesgo queda en la mesa.

¿Vale la pena pagar el costo de la innovación? Para muchos, no. El elevado precio, reparaciones caras, nuevos problemas e incluso variedad de accesorios, son elementos que se deben tener en cuenta a la hora de invertir en nueva tecnología. Mientras el dispositivo no se haya probado por un ciclo prudente, siempre es mejor esperar. Después de todo hay que hacerse la pregunta: ¿realmente necesito un teléfono que se pliegue?

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