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A pesar de los esfuerzos realizados en los últimos diez años en salud pública, los niveles de obesidad han ido en aumento, convirtiéndose incluso en uno de los principales factores de riesgo de morbilidad y mortalidad en la población. Al pensar a qué podemos atribuir que estas cifras se incrementen año a año, debemos considerar que la obesidad tiene relación directa con el estilo de vida. Hoy nos vemos enfrentados a una sociedad donde existen diversos factores que determinan el estado nutricional de la población, entre ellos la disponibilidad de alimentos en todo momento y en todos los lugares: supermercados, quioscos, comercio ambulante, locales de comida rápida que aumentan la oferta de alimentos procesados a precios relativamente bajos y que suelen tener un gran aporte calórico y escaso valor nutricional.

Otro de los factores es el ritmo de vida acelerado que nos predispone a alimentarnos de manera inadecuada, incluso con el paso del tiempo hemos sido testigos del abandono u olvido de costumbres tradicionales como sentarse en la mesa para compartir un desayuno o un almuerzo. Muchas de estas personas se ven obligadas en algunas instancias a comer poco y rápido, por lo tanto, es muy común recurrir a alimentos que no son sanos. A eso debemos agregar los elevados índices de sedentarismo, que asociados a un excesivo consumo de calorías, generan en nuestro organismo lo que llamamos un balance energético positivo. Es decir, comemos en exceso y no gastamos las suficientes calorías durante el día, lo cual contribuye al aumento de peso.