Derecho a abandonar
Me pasa al menos un par de veces al año, como mínimo, quizás más si he tenido mal ojo con mis elecciones. A estas alturas ya lo puedo identificar con bastante claridad, comienza con un entusiasmo exagerado, basado en alguna reseña leída o en la recomendación excesiva de un librero sin escrúpulos, entusiasmo expectante que no siempre se ve decepcionado de forma inmediata. Es así: abro un nuevo libro, el planteamiento inicial parece interesante, la escritura es buena, el argumento empieza a tomar forma y, de repente, algo falla. Es como en una mala película de terror, cuando llega volando el vampiro y a éste se le ven los cables que lo sostienen, de la misma forma me pasa con el libro y de ahí en adelante ya nada puede mejorar. El ojo clínico, que en un principio estaba nublado por las altas expectativas y el entusiasmo, empieza a ver cada uno de los pequeños fallos en la trama, lo falso que resulta alguno de los personajes, el continuo apoyo en clichés, etc. Se notan las costuras y la magia termina, el ritmo de lectura empieza a bajar cada vez más hasta que se detiene por completo, no puedo continuar y, con un profundo sentimiento de culpa, debo abandonar el libro.
Hoy, con la culpa todavía reciente, vengo a hacer un manifiesto: hay derecho a abandonar, por más que algún otro colega lector nos vaya a quitar el saludo, hay derecho a dejar ese libro que no nos gustó, simplemente hay demasiados libros buenos que disfrutar. Ya vendrá, quizás, el momento de volver a tomar el libro y darnos cuenta que no lo leímos en el momento correcto, no convirtamos la lectura en una obligación, ya demasiado sufrimos en el colegio con eso y demasiados lectores perdimos porque vieron en la lectura una imposición, hoy estamos rodeados de esos lectores que pudieron haberlo sido y no lo son, que ven en un libro una fuente de tortura, ¿de quién fue la culpa? Por eso, abandona sin remordimientos, déjalo, sigue adelante y busca el libro adecuado.