El domingo se celebró el Día de la Cocina Chile, fecha decretada en 2009 con el objetivo de relevar la industria alimentaria en el desarrollo del país y contribuir a la conservación del patrimonio cultural gastronómico. Cuando decimos "cocina chilena" pienso siempre en lo afortunados que somos los chilenos al pertenecer a un país tan largo, con una costa maravillosa que nos provee de una rica y variada gastronomía marina, con productos siempre frescos y de sabores y texturas incomparables. Pienso en nuestros abundantes valles y en nuestros campos y lo deliciosas que son nuestras materias primas, las que unidas a las raíces y tradiciones que hemos ido forjando, dan origen a un sinnúmero de preparaciones que desde nuestros inicios como país han ido tomando importancia y pasando formar parte de nuestro recetario tradicional, ese que nos vio crecer.

Pienso en la Cordillera, en la del norte con sus preparaciones ancentrales llenas de magia y de una cosmovisión tan sabia que agradece a la madre tierra y al sol. En la de más al sur, cuyos sabores hacen añorar la lluvia y la conversación con un mate compartido al alero de un fogón. Y en la hermosa Patagonia, con su cultura única y sabores salvajes.

Nuestra gastronomía, tan simple y sofisticada a la vez, nos identifica, nos hace chilenos, nos reúne, nos agrupa, nos hace estar en familia, nos trae recuerdos y añoranzas, nos transporta y nos debe hacer sentir siempre orgullosos.

Cuidémosla, traspasémosla con respeto a las nuevas generaciones para asegurarnos que perdure, sin temor, porque la gastronomía secreta es la que se pierde: la compartida es aquella que logra trascender.

Concepción

Talcahuano

Tomé

Cañete

Arauco

Curanilahue

Lebu