Los accidentes no se deben a la mala suerte, sino a errores que podemos cometer. Por ello, hay que tener claro que los principales riesgos en piscinas son: asfixia por inmersión, caídas al mismo nivel provocadas por resbalamiento en superficies mojadas, quemaduras por exposición al sol, picaduras de insectos, golpes al estar al interior de la piscina o mientras se nada, riesgos por uso de compuestos químicos.
Los niños son los más vulnerables, principalmente, a la asfixia por inmersión. Es por ello, que se requiere una supervisión de un adulto en forma permanente.
Debido a que este es el mayor peligro, se recomiendan mediadas como uso de chaleco salvavidas, que sea de un material adecuado y certificado; instalación de rejas o cercas perimetrales; alarmas de inmersión que funciona detectando las ondas que se producen en el agua cuando se sumerge un objeto mayor a cierta cantidad de peso; brazaletes de seguridad; y cubre piscinas que soporte el peso de dos adultos y un niño.
Por último, no olvidar lo siguiente: nunca dejar un niño solo en una piscina, y siempre vigilarlo cuando esté en el agua o cerca de ella. Recordar que los flotadores no son elementos salvavidas, además, promover el aprendizaje de la natación temprana; evitar realizar acrobacias en la piscina, principalmente clavados; utilizar protección solar, mínimo con factor 30, aplicándose antes y durante el baño; y aprender a realizar maniobras de reanimación cardiopulmonar.
Columna