Karen Loreto Retamal
Cada vez que hace su aparición en ferias de la zona, "La Paisanita", nombre del emprendimiento de Paula Toledo, es todo un éxito. Es que no sólo llama la atención de que sus preparaciones sean oriundas del Líbano, sino que su exquisito sabor es garantía.
"Esto parte de un período en el que congelo la universidad. Soy súper hiperactiva, por lo que necesito estar haciendo algo constante con mis tiempos. Es como la incertidumbre que va dejando la mezcla de países. Es bien amplio La Paisanita", dice la estudiante de Arquitectura de la UDD, quien ha vivido en por lo menos cuatro países, desde donde descubrió que la única forma de integrar a una amplia comunidad es a través de la comida.
Cocina con sentido
Fue gracias a su abuela materna, oriunda del Líbano, que Paula heredó este gusto por cocinar las tradiciones árabes. "Tengo una fascinación por la comida, siento que es una expresión de amor y comunión máxima", dice.
Claro que, fue a fines del año pasado, que comenzó a masificar su talento. Para la Navidad le regaló hummus, que es una pasta libanesa, a varios integrantes de su familia. Fue tal la aceptación, que le dijeron que debía empezar a venderlo. Así nació este emprendimiento.
"Me gusta, me llena, tiene colores, tiene un toque de sentido, pero no es La Paisanita que compra al por mayor los garbanzos, que no sabes si son del año pasado o no, sino que ser fiel a la comida libanesa que es la más sana del mundo, a pesar de ser muy sabrosa. Quise ser fiel a los principios de la comida", señala Paula, quien aprendió de su mamá a cocinar. Es más, en su familia son días de preparación metidos en la cocina.
Es por ello que se ha preocupado de cada detalle, sobre todo de que la comida sea orgánica. En ese sentido, como su mamá tenía una gran huerta en casa, empezó a cultivar productos que le sirvieron para armar la pyme. Luego, siguió con un invernadero. "Los garbanzos los traigo del campo de unos amigos, así como también el aceite de oliva", puntualiza.
De ahí comenzó a participar en ferias. A la primera que fue, lo hizo con mucho temor, pues no sabía la reacción de la gente. "Cuando ven comida libanesa, piensan en la árabe no más, pero es un mundo de diferencia", explica.
Sin embargo, "fue todo un éxito. Es bonito que la gente se interese, no solamente en algo rico, sino que volver a los orígenes. La gente está buscando eso", dice.
De a poco comenzó a agregar más cosas al hummus y los dulces, como el fatayar, que son empanadas, con masa de agua con harina y que se hacen en planchas de piedra. También shawarmas, que, acota, "con pan pita que hice yo, que no es igual al que se compra en el supermercado. También falafel".
"La cocina uno puede jugar, pero la comida árabe es al pie de la letra. Debe ser tal cual. Un rato más o menos, hace que sea más acida o no. Es un arte bien bonito, genera unión en la familia, no solamente comer, sino que cocinar", comenta La Paisanita, quien a fin de año se irá al Medio Oriente a buscar nuevas recetas para su repertorio.