Sophia Bugueño y su relato sobre la anorexia que inspira a otras mujeres
Al ayudar, también siente que lo hace a sí misma. También aspira a que esto sea reconocido como una enfermedad.
En su mano izquierda, un tatuaje simboliza para ella el fin de la recuperación de la anorexia. Aún no le dan el alta, pero ella ya se la dio. Sophia Bugueño (18) se siente tranquila y alejada de los demonios de una condición que ataca a miles de mujeres en el país, así como en el mundo.
Poco a poco, su caso y su forma de enfrentar la anorexia han inspirado a Chile, a través de un sitio web donde cuenta cómo la ha logrado superar.
El cambio
Sophia está en primer año de la Sicología en la Universidad de Concepción. Antes de eso, hace tres años desarrolló la enfermedad de la cual no tiene una razón específica de cómo surgió. Sólo sabe que la gota que rebasó el vaso fue cuando sus papás la metieron al gimnasio un verano debido a que no iba a ir de vacaciones.
"Era para que tuviera una rutina, no me acostara tarde, me levantara temprano. Algo sano. Me contrataron el gimnasio por dos meses con mi hermana. Iba seis horas diarias y dejé de comer ciertas cosas, empecé con una dieta. Mi hermana hizo lo mismo, salvo que la diferencia es que yo soy de rasgos más obsesivos, más estructurada, organizada y yo no me salía. Me empecé a aislar socialmente. Mi hermana no, ella se salía de la dieta", cuenta.
De pesar 60 kilos y medir un poco más del metro 70 centímetros, Sophia tuvo una baja drástica de peso. "Siempre hacia dieta y nunca me funcionaba. Esta vez, no sé por qué me funcionó. Estaba mal emocionalmente, no sé qué me pudo haber pasado, pero algo pasó", dice. Tenía 15 años y su peso bordeaba los 50 kilos. Fue la primera alerta: "Cuando me diagnosticaron la enfermedad, me dijeron que estaba en el peso limite, pero a tiempo, que todavía no me iba a dar el diagnostico. Había tiempo para frenar la baja de peso y que pudiera recuperarme".
Le dieron una dieta, pero a pesar de que comía más, no subía de peso. Al contrario, bajaba ya que su metabolismo, a raíz del gimnasio, había cambiado.
"Y ahí me dijeron que probablemente tenía la embarrada en el cuerpo. Me enviaron a hacer una serie de exámenes. Luego me consiguieron hora con una pediatra, que me dio el diagnóstico. Me prohibieron ir al colegio, porque estaba con bradicardia, tenía 36 pulsaciones en el corazón. Caminaba y me podía dar un ataque", relata. Ahí comenzaron sus síntomas, muchos que antes no había tenido.
En Concepción su tratamiento no funcionó. En una semana podía subir, pero a la otra bajaba, ya que escondía la comida.
El 7 de junio la internaron en una clínica siquiátrica de Santiago con riesgo vital. Ella estuvo de acuerdo. Pasó una semana y le dijeron que ya no era necesario que estuviera ahí. Pero sus padres la volvieron a internar. Permaneció tres meses, con un peso más bajo 42 kilos.
Tras esa batalla, cuenta, hasta el día de hoy aparecen consecuencias en su cuerpo y "quizás sean para toda la vida", sentencia. Ahora está bien. Hace un año y medio que mantiene un peso estable, pero ha tenido problemas en la tiroides, el pelo, sarcopenia (pérdida de masa muscular) y también en los huesos. "En el verano viajé con mi familia y no puedo caminar mucho, porque me duelen los huesos, si lo hago, tengo que hacerlo en silla de ruedas. Pero ahora en marzo me autorizaron a jugar hockey que hacía antes de enfermarme", dice.
Ayudar a otras
Mientras estaba internada, Sophia vio un mundo diferente. Muchas de sus compañeras debían dejar la clínica por problemas económicos. Ella no lo tenía. Pero, cuando tuvo el alta, el seguro catastrófico que su papá había contratado, no se hizo efectivo. "Según ellos, lo mío era salud mental, siendo que a mí me hospitalizaron por riesgo vital", señala.
De ahi enfrentó la situación y la hizo pública con una carta a la Presidenta Michelle Bachelet. "Me empecé cuestionar eso. Era tan caro que había gente que no podía estar ni un día y seguir en la condición (...) En la salud pública te dan nutricionista para 3 meses más. Cuando estaba en mi estado más crítico tenía 3 controles por semana. En tres meses una niña se puede morir. Con el blog salió de mi boca que tenía anorexia. Antes no lo hacía, me daba mucha vergüenza. Pasé un año encerrada por eso. Pero finalmente lo acepté ante la sociedad".
Con eso se dio cuenta que al ayudar a otros, se estaba ayudando a sí misma. Y que también la anorexia debe ser tratada como una enfermedad tal como la obesidad. "Quiero romper con el mito que de la anorexia uno no se mejora. No he luchado tres años para decir que aprendí a vivir con ella. Hay muchas niñas que dicen eso. Pero he conocido gente que lo ha superado al 100% y yo creo en eso. Hoy mi vida no gira en torno a la enfermedad. Antes, ésta me llevaba de la mano, ahora yo la llevo. Soy capaz de luchar contra esa voz que dice: no sirves para nada, eres fea, gorda, no comas nada".
"Quiero romper con el mito que de la anorexia uno no se mejora (...) Mi vida no gira en torno a la enfermedad".
Sophia Bugueño"
15 años tenía Sophia cuando la anorexia la atacó. Lleva tres años recuperándose.