En estos días se acercan los plazos en las empresas, se vive un proceso de estrés, se siente que el año se va y se trata de hacer todo aquello en lo que se establecieron objetivos. Esto afecta, en gran medida, a los trabajadores con alto estándar de objetivos.

Se propicia el análisis que de lo falta, pero casi nunca de lo que sobra y menos de lo que se tiene. Esto acompañado de las festividades de fin de año y anhelos no cumplidos. Entonces hay apuro por lograr los propósitos.

Se trabaja mal porque se piensa mucho, se analiza; el desempeño tiende a bajar. La presión afecta no solo en el aspecto físico, sino también en lo psicológico. Por lo cual, no se disfruta y se espera con ansias que todo termine; el rendimiento es decreciente.

Para disminuir este impacto y optimizar el desempeño, hay que tener en cuenta que las revisiones son oportunas, porque hacen reflexionar en aquello que falta, pero no debe ser una acción compulsiva, sino esperanzadora. Se debe asumir que tenemos aspectos negativos, pero también positivos.

Hay que vivir el momento presente, revisar que cada persona es un aporte a la empresa y, con mayor razón, en lo personal y familiar.

Es necesario conversar, escuchar y vivir con más misericordia con nosotros mismos. Es tiempo de saber que algunas cosas pueden ser mejores. La retroalimentación de los liderazgos es fundamental.

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