Hay quienes son más o menos organizados, pero todos quienes tenemos alguna visión sobre la muerte siempre queremos estar preparados. Cuando eres joven lo piensas a largo plazo, cómo te gustaría que fuera tu funeral, quién te gustaría que fuera a verte, tal vez, qué música debiese sonar.
Seguramente cuando eres mayor ya empiezas a tratar de dejar tus cosas ordenadas. Si tienes un patrimonio, intentas dejarlo ordenado para tus hijos, tal vez, heredarles en vida algunos bienes: una casa para uno o un departamento para otro. Con más o menos dinero, de todas formas, hay una preparación.
Muchas veces pasa en el plano de las personas y de los bienes, pero ¿qué pasa con el de las mascotas? ¿Alguien se pone en esa situación en que no estarás más en este mundo y que alguien deberá cuidar de ellos?
En su mayoría no sucede. Y es curioso, ya que pareciera más importante quién se quedará con esa vajilla especial, o con ese sillón tan cómodo, pero con el perro, el gato, el loro, el hurón, el conejo, nadie. Cuestión rara porque las mascotas en la vida de los mayores a veces son la única compañía, la única familia dispuesta a estar con aquellos a los que le quedan pocos años.
Sus hijos hacen sus vidas y ellos sólo tienen a diario a esas cosas peludas tan cariñosas como leales.
Y, "¿qué hacemos con el perro del muerto?" Esa era la pregunta que contaba el historiador y escritor Héctor Veliz-Meza que se hacían las personas en España cuando un vecino moría y dejaba un perro sin dueño. En dicho caso todos los demás vecinos lo alimentaban y se preocupaban de mantener solidariamente al "perro del muerto".
Curiosamente el dicho derivó a lo que hoy conocemos como irse de un lugar sin pagar una cuenta. Pero fíjense lo importante de lo que hacían esas personas: un animal quedaba sin hogar, sin alimento, sin contención y ellos se hacían cargo.
Hoy ni siquiera las familias de quienes fallecen lo hacen. ¡Cuánta gente nos escribe a la fundación diciendo que un abuelito murió y en su casa quedaron perros encerrados, que los hijos venderán la casa y que los perros quedarán a su suerte! No muestran ni la más mínima gratitud por lo que esas mascotas hicieron por sus padres.
Frente a todo este escenario lo único que nos queda es preocuparnos por lo que pasará con las mascotas: si los hijos no son confiables con su cuidado, que exista un amigo, un primo, un sobrino, alguien que pueda asegurarnos que velará por ellos, incluso un vecino que pueda cuidar del "perro del muerto".
"Lo que nos queda es preocuparnos por lo que pasará con las mascotas, que exista un amigo, un primo, un sobrino, alguien que pueda velar por ellos"
¿Cómo ayudar a un perro ansioso?
La terapeuta floral y directora de Span Flores, María Angélica Nightingale, explica que los perros muchas veces tienen ansiedad cuando su amo se va, porque piensan que no volverá. Sin embargo, para contrarrestar esta sensación se le puede ayudar con el remedio floral Rescue Remedy Pets "que va dirigido a las emociones de todos los animales que sufren estados traumáticos".