La vida laboral está sujeta a oscilaciones motivacionales, las que pasan por factores personales como la exigencia de los roles extra laborales, el interés hacia actividades no remuneradas, las relaciones interpersonales etc. Asimismo, existen factores propiamente laborales que influyen en esta motivación, algunos muy generales como la infraestructura, el clima y la cultura organizacional, el horario, etc., y otras más específicas como las remuneraciones, las relaciones interpersonales, la monotonía de las tareas, el nivel de responsabilidad del cargo, la ambigüedad del rol, etc. Estos factores, personales y laborales, se retroalimentan, generando un equilibrio dinámico en cada uno de nosotros.

Es así que, por ejemplo, un joven, con interés en su desarrollo laboral, le dará mayor relevancia a los desafíos que el trabajo le proporciona, la remuneración y posibilidades de ascenso. En cambio, una mujer de mediana edad, tendrá más inclinación por un trabajo que le permita la suficiente flexibilidad para cumplir el resto de sus roles.

Entonces, que una persona presente baja motivación laboral dependerá no sólo de factores extrínsecos como las características del empleo y de organización, sino también de factores intrínsecos, como sus expectativas y metas.

Es así que personas son capaces de soportar condiciones laborales muy por debajo de lo adecuado, y otras que renuncian a empleos que para el resto son envidiables.

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