Los temores se hicieron realidad. El miedo y la incertidumbre se habían apoderado de la Nueva Mayoría y Chile Vamos, durante los días previos a la realización de las primarias. Y es que en un escenario de desafección, desencanto y nula sintonía entre los actores políticos y sus votantes era cuestión de tiempo para que los ciudadanos manifestaran su apatía y descontento. En este sentido las primarias 2016 se presentaron como el escenario ad hoc para plasmar su rabia lo cual se tradujo en una participación aún más baja que la elección presidencial de 2013-2014. Cierto, sólo se trata de elecciones primarias para definir candidatos pero también seamos honestos: el hecho que se hayan contabilizado, por ejemplo, apenas 30 votos en mesas con 1.500 personas habilitadas para sufragar es una señal evidente de la crisis institucional y, por ende, cualquier esfuerzo por bajarle el perfil a esta suerte de sismo electoral será infructuosa ya que por algo, y una vez más, los defensores de la parsimonia y establishment político han salido en defensa del voto obligatorio como "solución a la madre de todos los problemas de la política": la participación ciudadana.
Es probable que desde el mundo político sean varias las voces que dirijan la responsabilidad, en la construcción de esta desafección, hacia los medios de comunicación, las encuestas, la meteorología entre otros dejando fuera la necesaria autocrítica de los responsables.
Columna