Opinión de experta
Nuestro cuerpo está diseñado para estar en movimiento, pero para nadie es un misterio que la rutina de muchos se basa en el sedentarismo, sobre todo en los espacios laborales, pues las estadísticas indican que alrededor del 80% de los trabajos se realizan sentados y en una oficina. Las consecuencias: obesidad y otras patologías y lesiones asociadas a un aumento en el peso, y a malas posturas y movimientos inadecuados.
Una buena forma de sobrellevarlo es haciendo pausas, pero pausas activas. Se trata simplemente de "recreos" de unos 15 minutos durante la jornada de trabajo realizando ejercicios compensatorios; es decir, aquellos que contrarrestan los efectos de la rutina. Por ejemplo, si a mitad de mañana siente malestar en el cuello producto de la posición que adopta al trabajar, entonces puede mejorar esa incomodidad con flexiones, giros e inclinaciones para generar alivio. Y no solo el cuello, también las piernas, brazos, muñecas y todas aquellas zonas que estén expuestas a posturas que a la larga pueden traducirse en patologías e incluso en enfermedades profesionales.
Ejercitarse con una pausa activa es simple y no requiere de grandes espacios, pues se trata de utilizar las mismas instalaciones, rompiendo la rutina.
La modalidad de la pausa activa ha ido ganando terreno en las empresas, pues se ha comprobado que desde su puesta en marcha, los colaboradores reducen el estrés, rompen con la monotonía, disminuyen la capacidad de errores y por lo mismo aumenta la productividad. Esto sumado a los beneficios que trae consigo para el organismo, como la prevención de lesiones musculares y las mejoras en la irrigación sanguínea. Inténtelo en su trabajo, sea cual sea, y verá como poco a poco se transforma en una persona más feliz, motivada y que mira con otros ojos cada nueva jornada laboral.