El pianista Erick Córdova y sus cinco décadas inmerso en la música y la bohemia penquista
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No estudió en un conservatorio, ni tampoco en alguna sinfónica o alguna escuela de música. Lo suyo ha sido a pulso y a "oído" como confiesa. Es que en estos 50 años, el pianista Erick Córdova se ha ido formando con el tiempo, desde sus presentaciones en locales nocturnos de Concepción y Talcahuano, pasando por el Hotel El Araucano, hasta hoy, en el Casino Marina de Sol.
"No sé cómo explicarle a la gente que entienda que el bálsamo para el alma y el espíritu es la música. Esto no es solamente tocar, sino que un trabajo emocional. Cuando me pongo a tocar, empieza en mí a fluir otro tipo de cosas. Y tratar de transmitir eso a la gente, que se conecte con las emociones, es lo importante. Uno puede transportar al pasado a una persona en un segundo. Eso es mágico y yo lo he logrado. Toco canciones y caen lágrimas", sentencia.
de la radio a las boites
A sus 66 años (casado hace 50 y con cuatro hijos), el autodidacta no es bueno con las fechas, pero sí recuerda que fue a los 14 cuando debutó en el ambiente y no precisamente con un piano. "En la década de los sesenta, todas las emisoras tenían un auditorio donde hacían shows y espectáculos en vivo de gente que era de la zona. Yo llegué a la Radio Araucanía (ubicada en ese entonces en el edificio Universidad de Concepción), donde empecé a introducirme en el mundo de la música. Llegué a la radio como cualquier músico que quería tocar. Empecé charrangueando la guitarra, como partimos todos, y de verdad es que fue mágico. Entré a la radio y nunca más salí de la música", relata.
Poco a poco se fue metiendo en el ambiente. Muchas veces, otros músicos lo llamaban para reemplazos en las orquestas nocturnas, esas que recorrían los lugares de esparcimiento masculino. Él seguía siendo un niño que estudiaba en el entonces Instituto Comercial, del que fue expulsado por no asistir a clases. Es que se tomó con profesionalismo su trabajo de músico y todas las noches tenía donde tocar.
Con el tiempo, pasó de la guitarra al piano, sin estudios, sino que utilizando su agudo oído que le permitía escuchar una canción y copiar la melodía a la perfección. En esos tiempos, dice, no se estilaban las partituras musicales. "Soy buen receptor, las cosas me las aprendía fácil de memoria", explica.
"Salía del paso como podía. Empecé a conocer un ambiente que no era el mío. Empezaron a transcurrir los años y tocaba y tocaba por ene partes. Después empecé a formar conjuntos musicales sin dejar de tocar en las radios. De hecho formamos un grupo en la radio para acompañar a la gente en Concepción que iba a actuar. Se hacían shows los domingos en vivo. Venía gente de Tomé, Hualpencillo…. de todos lados. Era un mundo totalmente aparte", agrega.
Recorrió una infinidad de lugares, tuvo acceso a muchos camarines, donde se juntaban músicos, bailarinas, cantantes y transformistas -que en esos tiempos no se les conocía así- pero él nunca sucumbió a ese mundo, pues "siempre he sido ordenado, venía así de fábrica. Con todo lo que veía podría haber elegido otro camino. Ésta es una escuela de la vida tan grande. Pero si no tienes la capacidad de atesorar y formarte como persona, te perdiste", señala.
Tocando sin parar
Durante 29 años, Erick tuvo un trabajo estable: pianista en el Hotel El Araucano. En este lugar, no sólo se dedicó a encantar con su música, sino que también vivió momentos que aún recuerda como si fueran ayer.
Corría la época militar y recuerda que era uno de los pocos músicos, sino el único, que tocó durante todo el régimen. "Nunca dejé de tocar. Varios negocios se cerraron, varios colegas quedaron sin pega. En esos años siempre toqué", cuenta.
Es más, junto al resto del personal del hotel, se tuvieron que quedar a vivir en él, ya que "se hablaba mucho en ese tiempo que la gente de Lota se iba a venir a tomar el hotel. Decían que nosotros teníamos que venir a cuidar nuestra fuente de trabajo. Fue una locura porque nadie puede dar fe y testimonio de eso, pero el rumor era", recuerda, agregando que ellos cuidaban el lugar como su casa. Ahí vivieron y hacían guardia durante las noches.
Como el hotel era uno de los más importantes de Concepción, varias veces llegó a alojarse Augusto Pinochet. Según relata, "él vino varias veces a Concepción. Una de esas, en el salón principal se hizo una fiesta. Estuve tocando, el ambiente adentro no era el que se veía afuera. Yo tenía que tocar no más".
Pinochet tenía dos temas que siempre pedía: "Lili Marleen", canción alemana dedicada a los soldados, que se volvió popular durante la Segunda Guerra Mundial. Y también el tema peruano "La Flor de la Canela". Cada vez que arribaba a la zona, el músico que acompañaba sus reuniones era Córdova.
Eso sí, el pianista aclara que él no militaba en ningún partido, tanto así que también tocaba para el otro lado. Su repertorio era amplio, podía tocar tango, boleros, canciones comunistas, socialistas y militares. Lo que le pidieran, él lo tocaba.
"Siempre he tocado música popular, nunca he tocado música clásica. Jazz no lo entiendo, pero música popular y de buena calidad, sí. Siempre he tratado de consumir buena música", especifica.
Es por ello que siempre acompañó a los músicos de la Nueva Ola en sus presentaciones. Incluso, cuenta como dato que una vez teloneó al mismísimo Sandro. "La gente no sabe que él estuvo en Concepción. Para un aniversario de Radio Araucanía, programó un evento en el Lord Cochrane. Ahí con un grupo vocal cantamos previo a Sandro. Él era famoso y compartimos camarín", resume.
De la banda al casino
Como la música siempre fue lo suyo, tuvo varios grupos musicales. Sin embargo, la más famosa fue la Banda San Andrés. De los 29 años que tiene la agrupación, él estuvo activo durante dos décadas aproximadamente. Cuando fue despedido del Araucano, el estar tres años y medio sin trabajo, hizo difícil continuar, debido a que "yo vivía de la música", subraya.
No obstante, de la banda tiene los mejores recuerdos. "Tuve una época hermosa. Grabamos cinco producciones, actuamos en todo Chile, nos presentamos con ene artistas. Estuvimos con Felipe Camiroaga, Paulina Nin, en el Festival de Viña del Mar acompañando a Hermógenes Conache. Nos fuimos a Canadá por cinco meses invitados por la colonia", detalla.
Tras dejar la banda, apareció un nuevo espacio para Erick Córdova: el Casino Marina del Sol. Ahí, tras un largo período desempleado, encontró trabajo en lo que le apasiona.
"Llevo seis años y medio. Para mí es un regalo porque he pasado por tantas cosas, por tantos lugares, que tener esta pega de este tipo es muy buena para mí", confidencia.
En el lugar, Erick trabaja de lunes a sábado en un horario que le acomoda. Entre las 17 y casi las dos de la mañana se hace acompañar por distintos cantantes. Él pone el talento de sus manos, apoyándose de la tecnología, ya que destaca que ahora usa el computador con pistas. "Me tuve que modernizar", dice, al tiempo que manifiesta que jamás va a perder lo que lo ha movido todo este tiempo: la música. J