Tatita del puerto da la receta para correr los 5k a los 90 años: "Lo único es ser bien positivo"
manuel.munoz@estrellaconce.cl
Junto a una de esas añosas novelas de vaqueros, sentado en su sillón y esperando, minutos antes de partir a su junta mensual de ex funcionarios de la Armada. En esa previa nos recibe en el calor de su hogar en San Vicente de Talcahuano, Jorge Delgado Rebolledo, un par de días después de haberse mandado una de las gracias más destacables a sus 90 años de vida, la de mezclarse con la muchedumbre por las calles de Talcahuano y correr junto a niños, jóvenes y adultos en la Corrida Mes del Mar.
"Como a los dos días me sentía un poco adolorido en las piernas, pero me eché harto Mentolatum, así que ahora ando re-bien, de hecho, el otro día me pegué el pique a Sodimac a comprar parafina y ni un problema", cuenta a menos de una semana de haber corrido.
Una cita deportiva donde las diferencias de todo tipo quedaron de lado, y que tuvo en sus entrañas al runner de más edad de los últimos años, uno que un día dijo "quiero ir a correr", y sin pensarla dos veces se anotó para recorrer esos cinco mil metros.
"Me gustan las carreras, así que fui con mi nieto, quien me iba acompañando y me iba dando valor. Él me inscribió en el asunto de internet y fui no más. Acá en la casa estaban todos asustados porque iba a correr, un hijo me retó, al otro no le quise contar", cuenta, recordando el día en que se decidió por meterse entre los competidores choreros.
Y eso que no se la jugó por los diez kilómetros, tal como lo había hecho cinco años antes en una corrida entre Chiguayante y la UdeC. "Hace cinco años corrí 10k, esa vez me costó, pero llegué a la meta, así que pensé que con los cinco estaba bien", dice, echando la talla por la ausencia de visión su ojo derecho, lo que no le impidió correr: "Con este ojo ya no veo, corrí con un solo ojo, por eso fueron cinco no más, si hubiese tenido los dos ojos buenos corro los diez kilómetros. Y eso que días antes de la carrera me había dado dos costalazos firmes, me caí haciendo trámites por ahí, así que llegué medio resentido a correr".
La carrera
Y cómo no lo iban a retar o se iban a asustar sus 10 hijos, 29 nietos, 22 bisnietos, y cuatro tataranietos, si no se trata de un corredor habitual ni un deportista empedernido, sino que simplemente se le ocurrió ir a correr, pensando en que "esta sería la última carrera de mi vida. Nunca he sido deportista, lo que jugaba cuando joven era fútbol, jugaba de "win" (puntero) izquierdo, pero con los años lo que más me gustaba era jugar a la dama, era campeón de dama porque nadie me ganaba", afirmó.
Por eso no lo dudó, así que ese día se levantó bien temprano, agarró su buzo y sus zapatillas, su jockey favorito, su número de competidor, y se fue a instalar entre la masa frente a La Tortuga, esperando el inicio de la competencia.
Igual la pensó y empezó a dudar si podría sacar adelante los duros cinco kilómetros, al ver la ancha avenida Blanco Encalada y miles de atletas a su alrededor. "La parte que encontré más larga fue en la entrada por la portuaria, porque es cuando uno recién va saliendo de La Tortuga, pero después llegue al mercado y de vuelta ya le había agarrado el ritmo, me a fui arreglando y cuando llegué a la meta todavía podida seguir corriendo", comenta.
Cruzar la meta fue uno de los momentos más emotivos, pues le llovieron las felicitaciones. "Fue una alegría tremenda, unas ganas de llorar me dieron. Me subieron al escenario y me felicitaron, una gran emoción, mía y de los familiares que estaban conmigo", remarca el runner más longevo de la categoría 65 años y más, aunque reconoce que le tiraron flores de más de la organización: "dijeron que había corrido los 10k, pero eran 5 no más".
No midió el tiempo ni nada, pues al pasar ya la meta estaba cumplida, daba lo mismo las horas, minutos o segundos. Lo único que le midieron fue la presión al llegar, porque a veces la hipertensión aparece: "Estaba bien, en 19, porque la presión a veces me fallaba".
Pero, ¿cuál es la clave para llegar a las nueve décadas casi de forma intacta, y correr cinco kilómetros, pese a no entrenar ni ser un deportista? Para Jorge no hay mucho misterio, y lo único es ver la vida con optimismo, sin echarse a morir por los problemas. "Lo único es tener fuerza de voluntad, ser positivo, no echarse a morir ni echarse los problemas a la espalda. Y lo otro, es ser movido, no quedarse sentado viendo televisión, porque algunos cuando se jubilan se quedan sentados, pero yo no, hago mis cosas, salgo a comprar, y hasta bailo cuando hay patache en mi club de ex funcionarios de la Armada"
Regalo a la Armada
Jorge vio en la corrida Mes del Mar también una forma de homenajear a su la institución donde estuvo durante 31 años. "Estuve 30 años y un mes, hasta fines de 1970. En 1941 entré a la escuela de artesanos, de aprendiz obrero, de ahí fui a cursar por la Armada refrigeración a Valparaíso, y me hice cargo del taller, fui jefe del taller hasta que salí retirado", repasa.
"Hice algunos viajes en la Esmeralda, una vez cuando llegó de España le tuve que hacer todo el cambio y revisión del sistema de refrigeración", recuerda.
Tras salir jubilado, Jorge igual siguió ligado a su oficio, y se dedicó a reparar refrigeradores de forma particular. "Como yo era refrigerante en la Armada, me entretenía arreglando refrigeradores, tenía la casa llena de refrigeradores, pero cuando cumplí los ochenta años, dejé de trabajar. Pero igual si se echa a perder un refrigerador lo armo y desarmo yo mismo, no tengo que andar llamando técnico", dice.
Así es este chorero, lleno de vida, de positivismo y con el sueño cumplido de haberse lanzado a las pistas cuando muchos creían que a sus 90 años parecía un imposible. J