Las mil historias del médico que se vino a estudiar con lo puesto y hoy tiene hasta una editorial
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Médico, biólogo marino, apicultor, aficionado a la pintura y escritor son algunas de las pasiones que mueven el espíritu del doctor Medardo Urbina Burgos. Este profesional, de destacada y larga trayectoria como cirujano, es chilote de nacimiento, pero hace más de cuarenta años que está radicado en Concepción.
Sin embargo, lo que hace a Urbina más conocido aún por sus pares y la comunidad es su profundo espíritu de servicio. Hace unos ocho años que todos los sábado trabaja gratuitamente dando atención médica a domicilio a los pacientes postrados que viven en los sectores más apartados de Santa Juana.
"Tengo unas parcelitas en Santa Juana y voy todos los fines de semana. A raíz del trabajo en campo y en ese tenor conocí al alcalde, Ángel Castro, y gracias a una iniciativa de él iniciamos este proyecto de visitar a los pacientes postrados, a los ancianitos que no pueden ir por sus medios al hospital. Así que el alcalde me planteó esta situación y preguntó si podía desarrollar esta actividad, y me pareció muy interesante, muy humana", relata Medardo Urbina.
De esta forma, cada sábado de los últimos ocho años ha recorrido los caminos rurales de Santa Juana con su ayudante, Bernardo Ruiz, quien es el chofer y además está a cargo de la seguridad ciudadana.
"Él es muy importante, ya que se conoce los caminos y es él quien me lleva los medicamentos y los equipos", señala.
El Dr. Urbina nació en Castro el 18 de enero de 1948 y su vida de niño se desarrolló entre las calles del barrio Piloto Pardo, en dicha ciudad de la isla grande. "Mi madre, que era profesora, me prohibía salir a la calle, porque podía aprender palabras malas con los otros niños del barrio. Yo escuchaba los gritos de los demás y sentía un deseo imperioso de salir a jugar", recordó el doctor.
"Mi madre cerraba con llaves la casa y no podía salir, pero a los tres años logré escapar por una ventana. Eran como a las diez de la mañana y me encontraron como a las nueve de la noche, todo mojado hasta la pepa del alma, jugando con unos niños entremedio de unos botes a unos tres kilómetros de mi casa", recuerda con una sonrisa.
Toda su niñez la pasó descalzo. "Era muy raro que alguien tuviera zapatos, ya que éstos se utilizaban sólo en las grandes ocasiones. Yo no recuerdo haber tenido zapatos cuando niño. Además, como no había pavimento, la calle era un barrizal por donde pasaban caballos y carretas, habían unos dos vehículos motorizados en el pueblo", recuerda.
"Íbamos descalzos al colegio, ya que era más fácil lavarse los pies. Había una especie de fuente cuadrada con una llave donde se sentaban unos cinco niños a lavarse los pies, era específico para eso", sostiene.
La enseñanza media la cursó en el Liceo de Niñas, sí, tal como leyó. "De hecho tengo el certificado original que dice Liceo de Niñas de Castro. Entonces era muy raro venir de un liceo de niñas a la universidad siendo hombre", ríe.
interés por la medicina
El doctor relató que cuando estaba en el primer año de enseñanza básica y le hicieron hacer una tarjeta para el Día de la Madre, "mi madre tenía algunos dolores por algunas enfermedades y yo la identifiqué inmediatamente con dolor. Entonces como observé que sufría mucho como niño chico, cuando comencé a escribir le puse una tarjeta que decía: querida mamita cuando yo sea grande seré doctor y te sanaré de todos tus dolores. Una cosa por el estilo".
Esa fue su primera escritura, teniendo apenas unos seis años, donde ya tenía claro la labor que iba a desempeñar de adulto. De hecho, cuando a los niños del barrio se les clavaba algo en sus pies también acudían a él automáticamente.
En el liceo, Medardo Urbina fue un excelente estudiante, destacándose en biología. "Saliendo de cuarto medio la profesora nos preguntó qué íbamos a hacer una vez saliendo del liceo, y yo le respondí que me gustaría estudiaría Medicina. Ella me miró con cara de sorpresa y me hizo una especie de desprecio y me dijo: Piensa en algo que puedas hacer, no pienses en una ilusión. Eso me dejó más picado y me dio más fuerzas para estudiar dicha carrera", sostiene.
Así fue como, a través de un telegrama, supo que la Universidad de Concepción lo había aceptado como alumno de Medicina.
"Mi padre había fallecido y la casa la mantenía mi madre con su pequeño montepío y mi hermano mayor, quien era profesor rural en aquellos años. Así que cuando me tocó venir a la universidad, ellos me dijeron directamente no tenemos recursos, así que lo lamentaban mucho", añade el médico.
Pero la idea de quedarse en Castro y perder esa oportunidad no estaba en él. Entonces se fue a su pieza y llenó su mochila con las cosas esenciales y se fue a despedir de su madre y hermanos y se fue a la carretera a hacer dedo.
"Cómo a los dos días llegué a Concepción en una citroneta muy destartalada que quedó en panne en Bulnes y la primera noche dormí en la escalera de unos edificios que están en Pelantaro", asegura.
"No tenía dinero para pagar una pensión y tenía miedo de que me asaltaran, así que caminé y llegué hasta los edificios y a primera hora partí a la universidad. En el Arco de Medicina me encontré con alguien de Chiloé que estaba estudiando ahí, él me reconoció y me invitó para estar en su pieza y me guió para las becas", añade.
En Medicina estaba en el séptimo lugar de la lista y "probablemente no iba a conseguir beca, pero en Biología era el primero de la lista. Entonces me matriculé en Biología y no me borré de Medicina".
De su paso por la universidad, recuerda que llegó en un momento de mucha efervescencia política, pero que por consejo de su padre se mantuvo al margen, concentrado siempre en terminar sus estudios. Primero culminó Biología Marina, después de lo cual se casó y tuvo tres hijos. Postergó Medicina un par de años y luego ingresó a finalizar la carrera.
A la vez, Medardo Urbina entró a trabajar como biólogo investigador en el Museo de Concepción, lugar donde se desempeñó por un par de años.
Además, hizo clases de Biología en distintos establecimientos, como el Colegio Alemán, la Inmaculada Concepción y en algunos preuniversitarios.
su propia editorial
El doctor es propietario desde el 2004 de la Editorial Okeldán, la cual ha publicado 18 libros, entre obras suyas y de otros autores. El nombre se debe al lugar donde su padre fabricó el primer puente en la isla, cerca de Quellón. "El puente es comunicación, entonces me pareció interesante rescatar ese nombre".
Pero además de escribir, el doctor tiene otras pasiones como dedicarse a la apicultura y a la pintura de óleo y acrílico, y también es coleccionista de insectos, tarjetas postales y estampillas, así como de monedas y billetes. J