Conozca la historia de esfuerzo del "Chamaco" y por qué fue postulado al premio de Farkas
cecilia.bastias@estrellaconce.cl
Empeño y chacoteo son dos palabras que podrían definir a René Vega Benítez, de 67 años, conocido popularmente como el "Chamaco". Es originario de Lota, pero hace 35 años vive en Coronel. Y hace ya seis décadas, perdió sus piernas en un accidente. Su ocupación es ser maestro enfierrador de la construcción. Eso es lo que sabe hacer desde toda la vida. Comenta que tuvo un muy buen maestro que le enseñó lo necesario para llevar cabo esta labor, que no cualquiera puede hacerla en el mundo de la edificación.
Su historia de esfuerzo, su desempeño en la pega y, por qué no, su carisma y simpatía, deben haber sido parte de los argumentos por los que una persona, quien aún es un misterio para él y su familia, decidió postularlo como uno de los trabajadores merecedores del premio de $5 millones que anunció el empresario Leonardo Farkas para los 10 chilenos más esforzados del país.
"Es bueno lo que el señor Farkas está haciendo, preocupándose de la gente", considera Vega, quien sabe que lo están postulando en las redes sociales para ser uno de los ganadores del concurso, pero asegura que no tiene ni la más mínima idea de quién fue, ya que ninguno de sus hijos lo hizo.
"Pero no me encuentro discapacitado, aunque si viene el premio lo agradezco. Yo trabajo, por eso no me siento discapacitado. Los jefes no me discriminan, porque saben que hago la pega. Si me dicen que vaya a ver algo al segundo o tercer piso, yo voy, porque he creado harta fuerza en los brazos", explica el hombre, quien a sus 7 años perdió sus piernas en un triste accidente ferroviario.
episodio trágico
La historia aún la recuerda con detalle: mientras iba a buscar carbón con un amigo, en Lota, fue atropellado por un tren. El resultado fue que perdió sus dos extremidades inferiores. Tan claro es su recuerdo de aquel traumático momento, que el relato que realiza Vega está lleno de detalles.
"Aguanté desde las dos de la tarde y la ambulancia no llegó, me llevaron en un camión. Después me hicieron dos operaciones, me metían a lavatorios con agua caliente y a las ocho de la tarde me dio sueño y le dije al doctor, y él me abrazó con emoción", cuenta Vega, quien comenta que desde el banderero de la línea del tren, hasta el médico que lo auxilió estaban consternados con su estado luego del accidente.
Estuvo cerca de un año en el Hospital de Lota Alto- Enacar. "A mi madre le dijeron que me pusiera una inyección para matarme, pero mi madre dijo que ella sabría cómo cuidarme", relata el hombre, quien supo salir adelante.
Para poder ir al colegio, después de un año de su alta, usaba una carretilla que le fabricó su padre y que era trasladada por dos compañeros de curso.
Actualmente, el núcleo familiar de René Vega Benítez está compuesta por su señora, María Aravena, y sus cuatro hijos: Robert, de 33 años, Gary (32), María (30) y René (26). En su única hija mujer, confiesa, está la debilidad de este valeroso hombre. "Ella es mi joya, sufrí mucho cuando se fue de la casa, pero me las aguanto", indica con los ojos brillosos.
El amor entre Vega y su mujer nació cuando tenía 32 años y ella sólo 19. Nadie los quería juntos, cuenta María, quien asegura que fue muy difícil para ella mantener dicha relación porque le trajo muchos conflictos con su familia. "La gente le envenenaba la cabeza a mi familia, que no debía andar con él, que no era para mí y yo seguí adelante. Tuve problemas en mi hogar y me castigaron, pero yo siempre fui rebelde. Duramos como seis meses y nos casamos, la única que me acompañó en la ceremonia fue mi madre. Me decían que siempre iba a vivir de caridad y aquí estamos", señala Aravena.
"Con el nacimiento de mi primer hijo, se arregló la situación. Con mis hermanos no nos saludábamos y de a poco, al tiempo entró a la casa de mis padres mi marido", añade.
EL TRABAJO
En su vida cotidiana, "Chamaco" trabaja en la construcción, afirmando orgullosamente que ha podido mantener a su mujer y su casa con su esfuerzo diario. Hace cerca de un mes había concluido su último trabajo, pero con todo el revuelo que han causado en internet su fotografía y su historia, el celular no ha parado de sonar.
"En la mañana me llamó un jefe. Me movió los papeles, así que gracias a él, voy a entrar a trabajar en las casas que están construyendo en las Lomas", comenta.
Para movilizarse, sostiene, se acerca hacia la locomoción colectiva por sus propios medios, sin ayuda de una silla de ruedas. "Ahora quiero ver cómo lo hago para juntar plata y comprar un autito para que mi hijo me vaya a buscar, porque yo soy muy 'patúo' y puedo chocar", ríe el "Chamaco". Y es que la risa es parte de su sello.
bueno para la talla
Cuando René llega a trabajar a un lugar, está siempre con la talla a flor de piel. "Al entrar a uno le dan los implementos de seguridad, menos los zapatos. Y yo siempre pregunto: ¡qué pasa con los zapatos! Ahí no saben qué hacer", asegura con una sonrisa. Añade que siempre ha gustado de las bromas, que es una forma de darse ánimo, de reírse de sí mismo. "Siempre me ha gustado la chacota y me leseo solo, aunque le doy confianza a ciertas personas, no más", aclara.
"Recuerdo muchas tallas, por ejemplo, cuando entra gente nueva y no me conocen, piensan que estoy metido en un cámara trabajando y dicen: 'Mira está metido en un hoyo'... y los otros quedan mirando", dice.
Sin embargo, hay una broma que le costó caro. Recuerda que, mientras su hijo mayor, Robert, tenía unos 16 años, lo llevó a trabajar a la construcción durante las vacaciones del colegio. "Yo tenía una confianza única con el ingeniero, que me mandaba a buscar cuando estaba aburrido. Un día me dijo que si estaba seguro de que mis hijos eran míos, y respondí que yo sabía que no eran míos. 'No ves que nacieron con piernas', le dije. Pero eran una talla", explica.
Pero Robert le contó a su madre que lo habían negado como hijo. "Un amigo que trabajaba conmigo le llamó la atención y que él se sacaba el sombrero delante de mí, que ya quisiera haber tenido un padre como yo para ponerme en un altar, porque ahí hay un ejemplo. Y que nunca fuera a creer las chacotas que decía yo", relata este amable obrero de la construcción, cuya historia podría ser una de las escogidas para el millonario premio de Leonardo Farkas. J