Karatecas de Hualpén transformaron su Fiat Fiorino en casa rodante, y fueron al mundial de Antofagasta, donde padre e hijo se coronaron como los mejores de las artes marciales.
Para sacarse el sombrero fue la gracia que hizo la familia de Hualpén formada por el capo de Kenpo Kárate, Robinsón San Martín, sus dos hijos karatecas Diego (8) y Matías (16); su esposa Maritza Bahamondes, su otra pequeñita Alanis (4), y la sobrina Denisse (17).
El aperrado clan se la jugó para estar en el Mundial de Artes Marciales de Antofagasta hace un par de semanas, y transformó la Fiat Fiorino en una improvisada casa rodante, con la cual viajaron 3 mil kilómetros en esta odisea familiar.
"Fue harto sacrificio. Nos demoramos tres días. Ahí nos arreglábamos para dormir, para comer y entrenar", repasó Robinson, el padre de familia y el gestor de esta aventura.
"Dormíamos en un colchón todos juntitos, comíamos en el camino, a puro sandwich y completos. Conseguíamos agua caliente en los Copec cuando queríamos hacer sopitas", agregó Maritza, esposa del capo del Kenpo, quien se la jugó por estos secos en esto de las artes marciales.
Fueron tres días se sacrifio en la carretera, pero todo ello valió la pena, pues los hualpeninos se trajeron 3 títulos mundiales a la zona.
Robinson consiguió los títulos en las categorías Combate Light, y en Defensa Personal estilo Kenpo, además del 2º lugar en Combate al Punto, Formas, Formas Musicales, y Formas con armas, y dos terceros puestos en otras categorías. Mientras que Matías logró el título mundial en categoría Combate al Punto; y Diego, a sus 8 años, consiguió el subcampeonato en Combate Light.
"Yo me preparé harto, salía de la pega y me iba a entrenar cuatro horas, todos los días. Incluso tuve que lidiar con las bromas y el 'bullying' de mis compañeros de trabajo, que se reían de mí. El único que me apoyó fue mi compañero de pega y amigo Ricardo Astudillo. El resto nadie, todo fue un trabajo de familia", remarcó Robinson, agregando que incluso tuvieron que vender completos para juntar el casi millón de pesos que gastaron en el viaje. Sin embargo, están de vuelta felices, pues todo el sacrificio valió la pena, pues estos aperrados hualpeninos dejaron en alto el nombre de la zona en el Primer Mundial de Artes Marciales. J
l Un oasis en el desierto parecían los tres karatecas, quienes en su trayecto debieron parar a entrenar en la playa, a la orilla de la carretera, y lo más llamativo, en pleno desierto nortino. "Ahí estábamos, los tres en medio del desierto, fue una linda y enriquecedora experiencia", repasó el papá deportista.